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Artículo de Opinión
Por Ángel Bastidas G

Al calor del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, el periodista y escritor estadounidense Charles W. Mills (1960) se tomó el atrevimiento de escribirles en 264 páginas a sus paisanos un libro con el impactante título Escucha yanqui, con la esperanza de que, en particular Dwight Eisenhower, para entonces presidente de Estados Unidos, no se atreviera a maltratar el proyecto revolucionario que se gestaba en la tierra de Martí y Maceo.

Seguramente el atrevido Mills ya sabía que el general Eisenhower ya tenía sus manos metidas en Vietnam, apoyando bajo la sombra a los imperialistas franceses, quienes en 1858 ya habían mancillado el territorio indochino.

Cuando Mills lanzó aquel grito (Escucha yanqui) hacía rato que baúles de dólares y equipamiento de guerra gringo llegaban a los campamentos galos en el sureste asiático, con el sello de Harry Truman (1945-1953) o Eisenhower (1953-1961).

El yanqui no escuchó

El jueves 29 de marzo de 1973 sucedió lo que millones de seres humanos se resistían a creer que un general yanqui arriara la famosa bandera de las estrellas y las barras, frente a los últimos 2.501 soldados estadounidenses que habían echado sus últimos disparos en el sur de Vietnam.

Aquel día, el alto mando del Cuerpo Expedicionario de Estados Unidos en Vietnam realizó la ceremonia en la cual fue invisibilizada la famosa bandera, la misma que sigue flameando hoy entre bombardeos que desaparecen pueblos en nombre de la paz, dígase Irak, Siria, Yemen del Sur o Ucrania, donde ahora los ejércitos mercenarios contratados por el Pentágono “hacen el trabajo”.

Ese jueves 29 de marzo, hace medio siglo, el general Wayen, para entonces comandante de las fuerzas gringas en Vietnam del Sur, se sumó al batallón de su país que regresaba a casa, en silencio, desde el aeropuerto de Tân Sơn Nhất. Las unidades extranjeras fueron retiradas bajo la supervisión de oficiales del ejército popular de Vietnam. En el camino quedaban trozos de la dramática historia iniciada en 1858, cuando tropas francesas irrumpieron por las costas de la hoy hermosa ciudad de Đà Nẵng.

Tras haber recibido millones de dólares para la guerra, por parte de Harry Truman y Dwight Eisenhower, los paisanos de Napoleón no pudieron cumplir el mandato de Washington tras ser derrotados en la explanada Điện Biên Phủ (el Waterloo II). Los derrotados europeos, fueron desplazados, casi a empujones, por el ejército gringo, que inmediatamente abrió operaciones en la parte sur del país indochino, bajo la gestión de John F. Kennedy, quien sólo pudo estar en la Casa Blanca dos años tras ser asesinado en Dallas (1963). Así, quedaba atrás la estrategia de la “guerra especial” para abrirle paso a la “guerra local” de Lyndon B. Johnson. En 1969 llegó Richard Nixon, con el cuento de la “vietnamización de la guerra”, pero no tardó en salir con las tablas en la cabeza durante las navidades de 1972, al fracasar en su intento de “regresar a Hanoi a la edad de piedra” como lo había prometido, a pesar del bestial bombardeo de 12 días y 12 noches, apuntalado por los temibles B-52.

El fracaso del binomio Nixon/Kissinger, pasó factura el 29 de diciembre, cuando la operación Linebacker II, ordenada desde el Pentágono, se convirtió en la gran derrota de la aviación más poderosa del mundo. Ese día quedó sellado el verdadero fracaso yanqui frente a las modestas tropas indochinas.

La suerte de Washington estaba echada: el 23 de enero de 1973 fue reactivada la mesa de negociaciones de París, en la cual se concretó el cese al fuego y el establecimiento de la paz (cosa que no sucedió); el acuerdo de nueve capítulos y 23 artículos estimaba que las tropas de Nixon y Kissinger debían respetar la independencia, la soberanía, la unidad e integralidad territorial vietnamita, cual promesas que tampoco se cumplieron.

EEUU y aliados debían retirar las tropas, desmantelar todas las bases militares y no involucrarse militarmente en los asuntos internos de Vietnam del Sur. Además, se comprometieron a reconocer el Gobierno Provisional Revolucionario de la República de Vietnam del Sur, compromiso que sólo en tinta quedó.

Se había repetido la trama del Acuerdo de Ginebra (1954): el fracaso francés, se repitió en París: EEUU ignoró lo firmado. Retiraron sus batallones, pero multiplicaron el apoyo militar al gobierno reaccionario de Ngo Dinh Diem, en el sur de Vietnam, con la pretensión de detener el proceso de liberación nacional, ante lo cual las fuerzas del Frente de Liberación Nacional (FLN) retomaron sus operaciones, y a los dos años penetraban triunfantes en Saigón, a las 11:30 am del 30 de abril de 1975.

Así quedaba demostrado ante el mundo que un pueblo unido y armado de conciencia podía vencer a la mayor potencia del mundo, como lo expresara en su momento Hồ Chí Minh.

El próximo 30 de abril se cumplirán 50 años del fracaso de los que no quisieron oír los gritos de un pueblo dispuesto a luchar y vencer. La derrota y la historia pareciera repetirse durante los últimos gobiernos estadounidense que se resisten a reconocer el inevitable fracaso histórico de la gestión capitalista, como lo advirtió en el siglo XIX aquel “Fantasma que recorría el mundo”…“Cada fenómeno, siendo internamente contradictorio, lleva implícito su propia negación (…) En dialéctica, negar no es simplemente decir que no, o declarar que una cosa no existe”, según dijo Federico Engels.

Inevitablemente, el capitalismo engendra en la lucha de clases su propia destrucción, para abrirle paso a otro sistema (superior) que no genere la pobreza crítica que hoy campea por el “Boulevard de las estrellas de Hollywood” y otras importantes calles y avenidas de Detroit, Filadelfia, Chicago o los túneles del metro de Nueva York.

Si en Vietnam y Afganistán quedó derrotado definitivamente el “Gran Garrote” de Roosevelt, en la confrontación euroasiática se ha iniciado el entierro definitivo de la unipolaridad estadounidense, que a duras penas intentó detener el maltrecho Biden.

Escucha Trump

Este año, el 30 de abril, Ciudad Ho Chi Minh, será el epicentro la fiesta dedicada a la Victoria de la Primavera vietnamita, cual símbolo de la inédita jornada que expulsó de Indochina al yanqui invasor. Y es que se cumplirán 50 años de la derrota de los que se hicieron los sordos ante los gritos del valiente pueblo vietnamita, que en mil batallas demostró que estaban dispuestos a defender su territorio y su libertad bajo la conducción de Ho Chi Minh y Vo Nguyen Giap, entre miles de líderes que se entregaron en valles y montañas a la lucha por la liberación nacional.

Las recientes amenazas del presidente electo Donald Trump, de adueñarse de Groenlandia, Canadá o el Canal de Panamá, nos dan idea de lo que le espera al mundo de un imperio que está dispuesto a no respetar ni a sus aliados, atrapado en la supuesta locura de regresar Estados Unidos a sus “años dorados”.

Se trata del arrebato de una Casa Blanca que se niega a reconocer al otro, que no acepta ni respeta las aspiraciones de ese otro mundo posible que cree en la convivencia entre los pueblos, que incluyen a sus propios aliados, como la misma Europa que hoy sufre los tanganazos de la arbitraria política económica de Washington que tiene atrapada a las mismas potencias capitalistas como Alemania, Francia, Italia, Canadá, entre otras naciones.

El infierno del Medio Oriente, de África y de Ucrania, producto de la carrera armamentista gringa, no pareciera una oferta atractiva de un imperio empeñado en ser el dueño absoluto del planeta Tierra.

Fuentes de consulta:

  • W. Mills; trad. de Julieta Campos y Enrique González P (1960). Escucha yanqui. La Revolución en Cuba 3ͣ ed. –México: FCE, 2019, 264 pp. 17×11 cm, Colección Popular. Historia- Cuba – Revolución-
  • N.H.Toan (2010) Vietnam Guerra de Liberación (1945-1975). 362 pp. Editorial The Gioi. Hanoi, Vietnam.

Artículo de opinión por El Cimarrón


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