Comparte en tus redes

El amanecer se tiñó de acero,
alas rebeldes rasgaron el silencio,
no fue el canto del gallo, sino el trueno,
anunciando el fin del oprobio inmenso.

Un plebiscito, farsa grotesca,
quiso vestir de legitimidad la tiranía,
pero el clamor del pueblo, cual tempestad que crece,
desnudó la mentira, la vil hipocresía.

Boca de Río rugió, Urdaneta tembló,
el teniente Trejo alzó la voz valiente,
la Fuerza Armada, en su seno, se quebró,
la grieta abierta, la caída inminente.

Vallenilla y Estrada, sombras siniestras,
huyeron despavoridos, cual ratas al acecho,
el gabinete en ruinas, crisis manifiestas,
el régimen podrido, herido de muerte en el pecho.

Manifiestos firmados con puño firme,
ingenieros, periodistas, obreros en pie de lucha,
la voz del pueblo, un torrente que irrumpe,
exigiendo libertad, justicia, sin tregua.

La “Vaca Sagrada” alzó el vuelo cobarde,
llevando consigo la ignominia y el terror,
Pérez Jiménez huyó, dejando tras de sí un reguero de sangre,
pero el pueblo, victorioso, gritó con fervor.

El 23 de enero, fecha grabada a fuego,
en la memoria de una nación herida,
un grito de libertad, un despertar del letargo,
la unión cívico-militar, la fuerza decidida.

No fue solo un golpe, fue un estallido social,
un hartazgo colectivo, un clamor por la justicia,
un pueblo que se alzó contra el yugo brutal,
sembrando la semilla de la nueva esperanza.

Por Sergio Rodríguez de Konuko, Colectivo Resistencia y Rebelión.


Comparte en tus redes
Author

Escribe un Comentario