¿Qué noticias hay de Venezuela? ¿Cómo está el clima? ¿Es cierto que la extrema derecha puede ganar? Desde Europa, las preguntas se persiguen, directamente o en las redes sociales. El 28 de julio, cuando uno de los sistemas electorales más seguros del mundo -altamente automatizado y multiverificado, antes, durante y después de la votación- haya registrado una tendencia irreversible, la realidad de los hechos prevalecerá. Sin embargo, seguramente habrá una batalla en el plano de la información manipulada, que busca difundir otra realidad, a la vez virtual y peligrosa por los efectos concretos que puede provocar.
“Ya ganamos porque la gente lo cree”, declaró significativamente María Corina Machado, quien encabeza la Plataforma Unitaria Democrática (Pud), a pesar de haber sido incapacitada por repetidas acciones golpistas. La extraordinaria participación de las calles en los actos de clausura del presidente en ejercicio, Nicolás Maduro, propuesto por un amplio espectro de fuerzas para unas nuevas elecciones, mostró una vez más la desproporción de números respecto a la oposición, marcadamente a favor del campo chavista.
Un campo que también ha registrado un importante apoyo de candidatos de derecha de cierto peso, como el gobernador de Nueva Esparta, Morel Rodríguez: un político experimentado proveniente de las filas de Acción Democrática, la pálida centroizquierda de la Cuarta República. Por el contrario, Edmundo González Urrutia, de más de setenta años, candidato del frente de Machado, ni logra el apoyo compacto de la derecha para su programa modelo Milei, ni llena las plazas, como se vio en el mitin de cierre, que tuvo lugar en una calle principal de una urbanisación de clase media del este de Caracas, la Mercedes. Y, mientras tanto, circula una copia de un billete de avión reservado por González Urrutia para el día después de las elecciones, con destino Madrid.
Es cierto que ni las opciones ni los programas -elaborados en Washington por y para los intereses imperialistas a los que se dirige la extrema derecha para pedir la asfixia de su propio país- están determinados por los sectores populares, que, como en Europa, deben ser engañados e inducidos a marchar detrás de banderas falsas.
El plan de gobierno de Machado, llamado “Tierra de Gracia”, redactado en inglés y aprobado por Washington, es muy similar al de la extrema derecha argentina de Javier Milei y tiene como objetivo declarado destruir al chavismo. Según Voice of America, el plan es “enterrar el socialismo y formar una república liberal en Venezuela. Se trata de privatizar empresas públicas; privatizar la industria petrolera (Pdvsa); reducir la carga pública y racionalizar el tamaño del Estado; poner orden económico y solicitar financiación internacional”.
Y, sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en Europa y también en los países latinoamericanos, donde los gobiernos de centroizquierda no han cumplido con las expectativas, allanando el camino para un descontento sin adjetivos, aquí existe una alternativa. Y goza de buena salud.
Y esta es la primera noticia. Los intentos de reducir el analisis a los patrones de la “alternancia democrática” al estilo europeo, realizados por quienes intentan agarrar el problema por la cola para enmascarar su propia inconclusión política con una aptitud de “crítica-crítica”, no ayudan a entender.
En cambio, lo que puede guiarnos, permaneciendo en el campo del marxismo pero fuera de los patrones occidentales, es observar cuáles son los indicadores de buena salud del proceso bolivariano. En primer lugar, la fuerza de su partido, el Partido Socialista Unido de Venezuela, que tiene al menos tres méritos concretos: en primer lugar, el de haber construido una organización amplia (la más grande de America Latina), desde la base hasta la dirección y no desde arriba hasta la base, como suele ocurrir en los partidos tradicionales. Una organización que, como en esta elección presidencial, implementa un método definido como “1x10x7”, que implica la multiplicación del compromiso de cada militante en cada una de las 47.000 comunidades existentes en el país.
El segundo mérito es el de haber permitido al organismo militante que anima este original sistema organizativo, circular y despleado en los territorios, expresar verdaderamente sus representaciones (80% mujeres). El tercer mérito es el de haber apoyado y financiado con los primeros recursos obtenidos de la recaudación de impuestos y de la apertura económica (similar a una NEP bolivariana), proyectos presentados por las comunidades y elegidos mediante el voto popular.
Una decisión importante, porque indica el objetivo real de las “aperturas” económicas, es decir, la recuperación del poder adquisitivo y el bienestar de los sectores populares que, según el socialismo bolivariano, son dueños de sus propios recursos, y del país. Cabe recordar que, desde 2014, cuando el demócrata Obama la definió como “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad de Estados Unidos”, Venezuela ha sido un país sometido a medidas coercitivas unilaterales, impuestas ilegalmente por el imperialismo estadounidense.
Por ello, a pesar de su inmensa riqueza, no puede realizar ninguna transacción económico-financiera, debido al congelamiento de sus cuentas bancarias, el bloqueo y otras acciones derivadas del “castigo” impuesto por EE.UU. y sus aliados en la Unión Europea. .
Otro punto fuerte es que el PSUV ha sabido forjar nuevas alianzas con movimientos populares y juveniles -como el Movimiento Futuro o el Partido Verde-, que dialogan con el oficialismo sobre los contenidos y apoyan la candidatura del presidente, incluso sin compartir la militancia partidista en sentido estricto. Este es un punto decisivo, frente a la desvinculación de los jóvenes de la política, que parece ser un hecho general incluso en los países socialistas, debido a un conjunto de factores, uno de los cuales es la fuerza del modelo capitalista y las sirenas que lo hacen resultar atractivo en las redes sociales.
En este tema, todas las estructuras del PSUV están trabajando arduamente para fortalecer los anticuerpos: de conocimiento, de formación y de organización, contra las distorsiones producidas por la inteligencia artificial y la “guerra cognitiva”. En este sentido, uno de los bastiones de la batalla de ideas es sin duda la Universidad Internacional de la Comunicación (LAUICOM), dirigida por Tania Díaz, quien propició su estructura, decidida por el presidente y con el aporte del capitán Diosdado, junto al filósofo mexicano Fernando Buen Abad.
El docente se encuentra en el país junto a más de 630 acompañante e invitados internacionales, a quienes las instituciones bolivarianas (comenzando por el poder electoral, uno de los cinco previstos en la constitución) ofrecen seminarios y conferencias que les permitan conocer de cerca cómo funciona el voto automatizado.
Aquí, a diferencia de lo que ocurre en Europa y otros países latinoamericanos, el día de la votación no se comunican proyecciones ni encuestas parciales, el CNE da los resultados, y los comunica a todos los partidos participantes, sólo cuando es irreversible. Pero también en esto la extrema derecha intenta enturbiar las aguas, intentando acreditar una estructura de conteo de voto “paralela”, para no perder la costumbre de las “autoproclamaciones”.
Esta vez, sin embargo, el chavismo ha decidido devolver a la patrulla de “observadores internacionales” -figuras de la extrema derecha latinoamericana y europea- invitados por Machado para apoyar su juego antidemocrático. “No nos importa lo que piense el imperialismo, aquí manda el pueblo”, dijeron con distintos acentos Diosdado Cabello, Delcy Rodríguez y Jorge Rodríguez, Iván Gil y Rander Peña ante el público de “acompañantes internacionales”, exigiendo respeto de los que se dedican a encubrir las verdaderas intenciones de Machado y sus compinches.
Para contrarrestar la desproporción de medios utilizados por los think tanks financiados por el imperialismo, cuyos propietarios difunden estadísticas cuanto menos sesgadas, ya que todos ellos pertenecen abiertamente al campo de la oposición, existen numerosos centros de estudios que organizan las reflexiones a nivel nacional e internacional desde un punto de vista marxista y anticolonial.
Central es el Instituto Simón Bolívar, dirigido por Carlos Ron, que, en colaboración con Alba-Tcp, organización cuyo presidente es actualmente Jorge Arreaza, organizó dos días de debate titulados “Alternativa Social Mundial”. Un foro diseñado para celebrar los 241 años del nacimiento de Simón Bolívar, cuyo pensamiento y práctica antiimperialista y liberadora continúa guiando la revolución bolivariana.
El nivel de intervenciones expresadas por analistas venezolanos e internacionales fue muy alto, ilustrando las tendencias del capitalismo a nivel económico, financiero, geopolítico y mediático, y desde una perspectiva de género. El esfuerzo consistía en presentar propuestas colectivas para hacer visible y efectiva una nueva internacional de los pueblos, capaz de articular las diferencias en una agenda global común. De gran impacto fue el discurso final de Rander Peña, joven líder del PSUV, vicecanciller para América Latina y el Caribe.
Los más de 500 delegados internacionales presentes también tuvieron la oportunidad de escuchar la ponencia de Carolus Wimmer, dirigente histórico del Partido Comunista de Venezuela, ahora también presidente de la Casa de la Amistad Venezuela-Vietnam. Con una mirada marxista y antiimperialista, Wimmer, que apoya la candidatura de Maduro, trazó un hilo de continuidad entre la acción de Bolívar y la necesidad de oponerse, ayer como hoy, al espíritu del monroísmo: la nefasta doctrina que Estados Unidos, con la complicidad de sus aliados, intentan actualizar imponiendo la hegemonía de la OTAN. Una lección de leninismo, la suya, fuera del doctrinarismo de quienes no comprenden la complejidad de una revolución que, como ya la soviética, en ausencia de un cambio en las estructuras de poder a nivel internacional, debe pasar por las puertas estrechas impuestas desde las relaciones reales de poder, conscientes de la posibilidad de perder algunas plumas, pero intentando no perder la cabeza: es decir, manteniendo siempre el socialismo como horizonte.
Por ello, es fundamental acompañar con franqueza, lealtad y decisión los procesos de construcción de un mundo multicéntrico y multipolar con la fuerza del poder popular. Y, en esto, Venezuela, tras Cuba y la lección del 26 de julio, hace escuela. Por eso, en el socialismo bolivariano el voto se vive como un movimiento formidable, continuo y ascendente para elevar la conciencia política de los sectores populares. Defender su soberanía, su resistencia y su proyecto significa defender los destinos del continente, que también son cruciales para el horizonte de alternativas a nivel global.
Con Información de: Resumen Latinoamericano